La criptominería genera un consumo equivalente al de todas las operaciones de datos convencionales
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Un informe elaborado por la Oficina de Política Científica y Tecnológica de Estados Unidos revela que la criptominería genera un consumo energético equiparable al de todos los usos convencionales de los datos, tanto en la industria datacenter como en los entornos empresarialess y los hogares. Bitcoin y Ethereum lideran absolutamente estas actividades y el consiguiente gasto de electricidad, y los expertos reflexionan sobre cómo debería cambiar el enfoque de las tecnologías blockchain, especialmente las criptomonedas, para contribuir a la lucha contra la crisis energética y el cambio climático.
Desde sus inicios, la inmensa mayoría de las criptomonedas se han generado a través de operaciones de Prueba de Trabajo (PoW), que consumen grandes cantidades de energía en plataformas de hardware especializadas. Así, las granjas de criptominería se han convertido en una de las industrias que más electricidad gastan a nivel mundial, como revela un informe elaborado por la Oficina de Política Científica y Tecnológica (OSTP) de Estados Unidos, encargado por la casa Blanca.
Esta investigación se ha realizado a raíz de la Orden Ejecutiva 14067 emitida por el presidente de Estados Unidos, en la que pide “garantizar el desarrollo responsable de los activos digitales” e investigar la relación entre el desarrollo digital y el avance del cambio climático en el país. El informe muestra que la minería de criptomonedas consume alrededor del 0,9% de toda la electricidad a nivel mundial, y sus autores solicitan que se efectúen más investigaciones sobre el impacto energético de estas actividades. Asimismo, proponen buscar formas para que la tecnología blockchain se pueda aprovechar para reducir el impacto ambiental de la actividad humana.
Las cifras que aporta esta investigación son que la criptominería consume entre 120.000 y 240.000 millones de kilovatios-hora al año, lo que supone ente el 0,4% y el 0,9% del gasto eléctrico en todo el mundo, y más que algunos países. Además, los investigadores comparan esta cifra con el consumo energético que generan todos los usos convencionales de los datos, estimado entre 200.000 y 250.000 millones de kWh al año.
Además, señala que es probable que Estados Unidos albergue la mayor parte de las operaciones de criptominería del mundo, con alrededor de un tercio del total, lo que supone entre el 0,9% y el 1,7% de todo el consumo eléctrico del país, equivalente al uso de todos los ordenadores domésticos o todo el gasto en iluminación residencial de EEUU. Esto equivaldría a entre 25 y 50 megatoneladas de CO2 al año, lo que representa ente el 0,4% y el 0,8% de todas las emisiones anuales de gases de efecto invernadero, equivalente a las emisiones provenientes de la combustión de diésel en los ferrocarriles.
Por otro lado, la criptominería genera una gran cantidad de residuos electrónicos, ya que desgasta rápidamente los chips ASIC y equipos informáticos especializados, que se reemplazan constantemente y no se pueden reutilizar para otros usos. Según esta investigación, las actividades relacionadas con Bitcoin y Ethereum generaron una huella de carbono cien veces superior a la combinada por Visa, Mastercard y American Express, mientras que el volumen de transacciones relacionadas con estas criptomonedas es sólo una pequeña fracción de las protagonizadas por estas tres grandes compañías financieras.
Estos expertos consideran que la criptominería, especialmente la protagonizada por Bitcoin y Ethereum, podría tener un impacto en la confiabilidad de las redes energéticas de Estados Unidos, y lo mismo podría decirse del resto de países en los que se desarrollan grandes operaciones de criptominería. Igualmente, alertan sobre la posibilidad de que generen un impacto negativo en la equidad, las comunidades humanas y el medio ambiente, y recomiendan limitar o regular mejor estas actividades para mitigar sus efectos.
Una forma de hacerlo sería promover la transición a otros tipos de operaciones que se emplean en la generación de ciertas criptomonedas, que no se basan en la prueba de trabajo. Por ejemplo, la prueba de participación (PoS) que se ha propuesto para Ethereum 2.0, que promete reducir el consumo de energía a menos del 1% de los que gasta actualmente. Aunque esto también tiene algunas consecuencias negativas, como que los esquemas PoS requieren validadores a la hora de hacer inversiones iniciales masivas, lo que introduce un claro sesgo hacia los inversores más ricos.
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