El consumo de energía en el almacenamiento

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En la parte de centros datos, donde residen los sistemas de almacenamiento, también hay que contar con el gasto energético de los sistemas de climatización, principalmente enfriamiento de los equipos electrónicos.

La búsqueda de la eficiencia energética y la sostenibilidad se encuentra enfrentada a las crecientes necesidades de los sistemas TI. El coste total de la energía en los procesos de las empresas es igual a la suma de la energía consumida en el procesamiento, el almacenamiento y las redes de comunicación. Aunque pueda parecer que la parte de almacenamiento no es la más importante, lo cierto es que no se puede separar del resto. De hecho, resulta complicado asignar cada una de estas partes, ya que están íntimamente relacionadas entre sí. Así que las optimizaciones de cada una redundan en la suma total, no sólo a nivel de coste sino también de sostenibilidad de nuestro mundo moderno. Sobre todo, porque Europa es importadora de energía, con lo que ello supone en divisas, a lo que hay que sumar el coste por la emisión de CO2 a la atmósfera al consumirla.

 

 

En este aspecto, en la parte de centros datos, donde residen los sistemas de almacenamiento, también hay que contar con el gasto energético de los sistemas de climatización, principalmente enfriamiento de los equipos electrónicos. Para reducir este gasto, donde, por una parte, los equipos producen calor y, por otra, se necesita más energía para contrarrestar este calor, se están produciendo interesantes movimientos orientados a facilitar la sostenibilidad de los centros de datos. El mayor problema es que éstos necesitan un suministro de electricidad continuo y de cierta cantidad. Así que no resultan apropiados los sistemas renovables, ya sean de producción solar o eólica. Ninguno de ellos garantiza el suministro continuo, ni con el mismo nivel a lo largo del día. Además, el primero no está disponible durante los periodos nocturnos, mientras que el centro de datos necesita seguir en funcionamiento, y, por su parte, el segundo no es continuo ni predecible en su intensidad. Una eventual solución vendría del lado del almacenamiento de energía, pero, de nuevo, los sistemas actuales tienen limitaciones que no hacen muy posible usarlos a partir de una especie de superbatería. Y las baterías convencionales no tienen, de momento, suficiente capacidad para acumular durante los periodos de luz y viento la suficiente energía para aguantar durante las fases sin aporte.

 

 

De cara a compaginar este gasto en energía con la reducción de la misma, están surgiendo iniciativas para buscar la manera de reutilizar los excesos de energía de los centros de datos. Dado que el principal “subproducto” es calor, la mejor manera de reducir el consumo es aprovechar este calor en otros usos, y evitar así el coste de la refrigeración. Los requisitos de refrigeración de un centro de datos que consuma unos 10 MW a plena carga, son equivalentes a las necesidades de calor de una población residencial de unos 20.000 habitantes, considerando unas necesidades de unos 55 KWh/m2/año). Claro que el problema, de nuevo es llevar ese calor de donde se produce a donde se requiere. Este tipo de transferencia es mucho más útil en ciudades que ya tienen una estructura con calefacción centralizada en una zona. Algo que, lejos ser ciencia ficción, está ya implementado desde hace años en algunas ciudades del norte de Europa. Así, en Estocolmo, ya disponen de un sistema de calefacción central en la ciudad que consume unos 12 TWh/año, que sería el equivalente al exceso de calor de unos 150 centros de datos con una carga de 10 MW. Aunque la ecuación resulta complicada, en el diseño de nuevos centros de datos, y también de las ciudades inteligentes, habrá que ir pensando en la transferencia óptima de sobrantes de unos y otras de manera que se reduzca el consumo neto de energía. Algo que resulta más sencillo de aplicar en zonas frías del norte de Europa, pero más complejo en el cálido clima del sur del continente. Lo cual no quita que tengamos que ir pensando en reaprovechar ese calor en lugar de tener que neutralizarlo. Gastando más energía eléctrica para ello.

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